Las emparedadas eran mujeres que se
encerraban voluntariamente en diminutas habitaciones, a menudo tan pequeñas que
no podían echarse para dormir. La puerta de la habitación era tapiada y
quedaban encerradas permanentemente hasta su muerte. Su único contacto con el
mundo era mediante una pequeña ventana con barrotes por las cuales se les
pasaba alimentos. En algunos casos esta ventana daba a la iglesia y vivían de
las sobras de los curas, en otros daban a la calle y vivían de la caridad de
los transeúntes.
Una de ellas fue Santa Oria, que parece que sobrevivió unos 20 años a este encierro, luego de haberse ofrecido voluntariamente a los nueve años de edad:
Una de ellas fue Santa Oria, que parece que sobrevivió unos 20 años a este encierro, luego de haberse ofrecido voluntariamente a los nueve años de edad:
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